NADIE PARA EL ALUVION DE LA PUBLICIDAD DE MEDICAMENTOS QUE ES ENGAÑOSA Y PELIGROSA

Aliviar el dolor de espalda en cuestión de horas, curar en minutos un resfriado, acabar con los dolores articulares en un santiamén, no sufrir acidez de estómago, tentar con pócimas de energía a las madres que deben atender a sus hijos y además trabajar. Todo esto y más promete el aluvión de publicidad de medicamentos que se sucede por la televisión argentina. Publicidades engañosas sin sustento científico. Y peligrosas cuando la automedicación conduce al abuso.
Esas publicidades están “reguladas” o mejor dicho “autoreguladas” por la propia industria en virtud de las facilidades que concede la autoridad sanitaria del país, la ANMAT. El lobo cuidando el gallinero.
Gracias a la publicidad de Voltarén Emulgen de Glaxo ahora sabemos que una mujer que tenía un dolor de espaldas a la mañana, al mediodía puede manipular la raqueta de tenis con más potencia que Juan Martín del Potro.
Y el Ibupirac en cápsulas le permite a Gabriel Batistuta levantar en el aire a un amigo de 130 kilos, pese a que horas antes sufría un dolor de cintura. Pero el asado con amigos no se mancha gracias al medicamento de Pfizer.
Y el Alernix de Elea resuelve en cuestión de minutos los estornudos de una mujer en medio de una clase de danza. El que le acerca es un supuesto médico (de guardapolvo blanco, sin mención alguna de matrícula) que feliz de haber recetado el medicamento indicado ensaya él también algunos pasos de baile.
Son algunos ejemplos de avisos mentirosos y grotescos. Y sería patético si no fuese que hablamos de medicamentos que se promocionan en una sintonía similar a los detergentes, los polvos limpiadores, los champú y los desodorantes de ambiente.
“Hay demasiada permisividad para la publicidad de presuntos remedios a problemas que angustian a un gran sector de la población (obesidad, insomnio, dolor, incluso enfermedades consideradas como muy graves)” escribió recientemente el médico español Alberto Soler Montagud. Miembro de la Sociedad de Psiquiatría de la Comunidad Valenciana, Soler Montagud alertó del “peligro de que verdaderos medicamentos pueden comprarse sin receta y son objeto de unos anuncios televisivos donde se exagera su efectividad con tretas publicitarias”.
El médico español menciona como ejemplo el spot televisivo de Voltadol, un gel a base de diclofenaco que antes se vendía con el nombre comercial de Voltarén gel.
“El anuncio muestra a una jovial sexagenaria que tras hacer una mueca de dolor al agacharse, apenas se aplica un poco de gel en la zona dolorosa comienza a jugar con su nieto como si fuera una contorsionista. Burdo engaño que considero una falta de respeto a quienes sufren dolor crónico por artrosis o artritis, pues ofrece unas expectativas analgésicas inmediatas que son irreales («hasta doce horas sin dolor»)”,explica el médico español como si estuviese hablando de las publicidades en Argentina. “Otro ejemplo lo encontramos en un anuncio de Frenadol. Un hombre en cama y hecho polvo por un catarro, tiene que levantarse para abrir la puerta de su casa, se encuentra con dos niños sonrientes y preparados para ir de pesca y repara en su olvido. De inmediato se toma un sobre de Frenadol”, agrega. También en Argentina hemos visto el aviso del padre con un resfrío de elefante al despertarse pero al rato sale de pesca con sus hijos o a la madre que después de tomarse un antigripal o antidescongestivo se levantaba de la cama para prepararle el desayuno a sus hijos antes de partir a la escuela. Cambian los escenarios y replican el mensaje.
“Seamos serios por favor. No hay ningún fármaco que proporcione una mejoría tan inmediata a quien está con fiebre y sufre un fuerte catarro”, enfatiza Alberto Soler Montagud.
“Pero aún hay más, pues aparte del engaño de un alivio mágico, es el mismo protagonista del anuncio quien conduce el coche con el que van a pescar, una irresponsabilidad si tenemos en cuenta tras tomar Frenadol no es conveniente conducir ya que contiene un antihistamínico (clorfeniramina) que produce somnolencia y sedación”.
En Argentina, salvo Marley manipulando un montacargas o una pila de platos, la “autoregulación” parece haber funcionado para no poner a nadie al volante después de consumir un medicamento.
Sin embargo, la regulación que debería estar en manos de la ANMAT según sus propias disposiciones está ausente desde hace años y las repetidas denuncias de la Asociación de Agentes de Propagada Médica (AAPM) han sido desestimadas o ignoradas.
Sin duda, la ANMAT si antes también miraba para otro lado y era ineficiente, en los tiempos presentes debió “adaptarse” a las nuevas leyes del mercado. Es decir, adaptarse a “la libertad” que pide ese mercado para avanzar en la venta libre de medicamentos y en la instalación exponencial y a nivel nacional de la cadena Farmacity que es, precisamente, la primera impulsora de la venta libre de medicamentos.
No es casual que avance la desregulación que pretende Farmacity para instalarse en la Provincia de Buenos Aires. Esa cadena fue la que introdujo en la Ciudad de Buenos Aires las góndolas en sus locales para que sus clientes pudieran “servirse” el medicamento de venta libre promocionado por los medios audiovisuales.
Farmacity y la cámara de medicamentos de venta libre Capemvel cuyo director ejecutivo es desde hace décadas Juan Tonelli sellaron una alianza estratégica en la Ciudad de Buenos Aires para que la cadena por entonces presidida por Mario Quintana, el actual vicejefe de Gabinete, vendiera los medicamentos de venta libre en sus góndolas, junto con chocolates, golosinas, perfumes y hasta minutas.
Así funcionó la cadena Farmacity y así se multiplicó la venta libre de Capemvel durante la gestión de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires. No fue gratuito porque ambos fueron aportantes sustanciales de las campañas electorales del PRO. Es también el mismo espíritu con que los laboratorios quieren derogar las leyes de profesionalidad que amparan el ejercicio de los visitadores médicos. Otra molestia en el afán de obtener la máxima rentabilidad del mercado.
Desde las góndolas a la costumbre de vender por televisión. Desde la publicidad sin freno a la promoción sin ética en el consultorio.
Por eso los visitadores médicos estamos del lado de los farmacéuticos que al igual que nosotros consideran que la salud y el acceso al medicamento es un derecho para todos y no un negocio.
A su vez los laboratorios deberían adoptar una mirada de largo alcance para percibir que sus “enemigos” no son sus trabajadores y visitadores médicos a quienes le niegan paritarias desde hace años, sino los poderes económicos hegemónicos que buscan la concentración monopólica de la venta en mostrador como ocurrió en Chile y que el día de mañana pueden importar directamente desde India o China imponiendo condiciones leoninas en ambos extremos de la cadena de comercialización
Ese es el “espíritu” de la época. Y según parece no es una epidemia exclusivamente de Argentina. En España donde gobierna el PP, la versión ibérica del PRO, está sucediendo algo similar.
“Siempre he mostrado cautela ante los medicamentos que se pueden comprar sin receta, pero que además se publiciten y se les atribuya una inocuidad y efectividad desmesurada, además de un engaño lo considero una incitación al autodiagnóstico, la autoprescripción y una trivialización de lo que supone tanto enfermar como tomar un fármaco”, completó el médico español sobre una epidemia que se extiende con los gobiernos de “libre mercado”. Todo por la rentabilidad de los laboratorios y las cadenas de farmacias.
El medicamento es uso exclusivo de los profesionales de salud. Esto es Visitadores Médicos, Farmaceuticos y Médicos.